¿Qué tendencias en el sector energético veremos este 2024?

¿Qué tendencias en el sector energético veremos este 2024?

¿Qué tendencias en el sector energético veremos este 2024?
2024 y más allá: las tendencias que revolucionarán el sector energético. ¡No te las pierdas!

Hablar de tendencias siempre es complicado y atrevido. Sobre todo, en un sector como el energético donde la incertidumbre y la volatilidad parecen haberse instalado de forma permanente en los últimos años. Sin embargo, si echamos la vista atrás, pocos habrían vaticinado la velocidad a la que se están produciendo cambios trascendentales en un sector, y un planeta, que se encamina hacia una nueva era energética.

Tras siglos de dependencia absoluta de los combustibles fósiles, nos encontramos en un punto de inflexión donde las energías renovables lideran la transición hacia un modelo más sostenible y resiliente. Con sus luces y sus sombras, la última cumbre del clima celebrada en Dubai, la COP 28, acordó triplicar la producción de energías renovables y duplicar la eficiencia energética de aquí a 2030, destacando también por escrito la necesidad de “dejar atrás” los combustibles fósiles.

Los factores que están propiciando este cambio son claros: la urgencia de reducir las emisiones contaminantes para frenar el calentamiento global; el deseo de minimizar costes y asegurar la estabilidad de los precios energéticos, y los avances tecnológicos, que amplían la oferta energética renovable y la hacen también más asequible y accesible.

Nos encaminamos hacia un futuro más eficiente, asequible y respetuoso con el medioambiente. No obstante, también encaramos un futuro que nos retará y exigirá soluciones cada vez más inteligentes para hacer realidad en 2050 un porvenir con cero emisiones de carbono.

¿Quieres saber cuáles serán las claves de este 2024 en el sector energético? Acompáñanos a descubrir las tendencias que marcarán la hoja de ruta.

Aumenta la demanda y el consumo energéticos
Tras un periodo de ralentización del consumo global de energía, debido a la pandemia del coronavirus, a la guerra de Ucrania y a la desaceleración económica, en 2024, las previsiones apuntan a un repunte tanto de la demanda como del uso de combustibles. Si bien puede interpretarse, en clave positiva, como indicador de una recuperación económica, esta tendencia podría lastrar los esfuerzos por reducir emisiones contaminantes al implicar un uso más intensivo de fuentes fósiles, como el petróleo, el gas y el carbón.

e acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el carbón tocará techo este año. Y, además, la demanda de petróleo, que creció en 2,3 millones de barriles de petróleo al día (mb/d) en 2023 con respecto al año anterior, llegando a alcanzar los 101,7 millones diarios, volverá a subir este año hasta los 102,9 mb/d y superará los niveles anteriores a la pandemia. Por suerte, no todo son malas noticias. En paralelo a esta mayor actividad de combustibles fósiles, se espera que 2024 sea un año récord para las energías renovables, cuya capacidad instalada podría aumentar en más de un 20% y alcanzar los 550 GW de potencia renovable, si se acelera el desarrollo de fuentes limpias, como la solar y la eólica. Esta evolución forma parte de un camino que ya está trazado: el que nos lleva a un modelo energético basado en las 4D (descarbonizado, descentralizado, democratizado y digitalizado), que posibilitará un sistema más justo y sostenible gracias a una red eléctrica inteligente y digitalizada con, además, una mayor participación ciudadana.

Aceleración de energías renovables y electrificación
Esta creciente apuesta global por las energías renovables y la electrificación de usos, que, como el transporte, hasta hace poco ha dependido de los combustibles fósiles, será clave para contrarrestar el repunte en la demanda de petróleo y gas previsto a nivel mundial. Esto es especialmente crucial en países como China o India. Asimismo, la volatilidad de los precios, derivada de la inestabilidad geopolítica a raíz de las guerras de Ucrania y Rusia e Israel y Palestina, también se verá afectada de manera positiva por esta tendencia.

Buscando dar solución a estos problemas, durante 2024, la energía solar y eólica liderarán el avance en cuanto a capacidad instalada. Según la AIE, el potencial de fabricación de todos los componentes fotovoltaicos se duplicará con creces este año hasta alcanzar los 1.000 GW. El resto de tecnologías limpias, como la hidráulica, la geotérmica o las marinas, también crecerán, pero a un ritmo más contenido.

Se trata de un incremento en la oferta renovable que, a priori, también se verá favorecido por una reducción de los costes asociados a las tecnologías empleadas, sobre todo en la eólica marina y solar termoeléctrica. A pesar de esta rebaja de costes, la dependencia de países como China para acceder a ciertos minerales clave para la materialización de estas soluciones genera incertidumbre, lo que podría frenar el desarrollo deseado. Por ello, países como EE. UU. o los miembros de la UE plantean nuevas políticas de acceso a materias primas para garantizar el suministro de materiales indispensables, como el litio, germanio o el cobre.

Digitalización de las redes eléctricas
La creciente integración de las energías renovables está transformando el sistema eléctrico tal y como lo conocemos, ya que obliga a contar con redes eléctricas cada vez más digitalizadas y resistentes a situaciones volátiles. Además, esta integración impulsa un modelo cada vez más distribuido y variable, en el que es necesario apoyarse en redes mucho más flexibles y con una gestión inteligente para garantizar el equilibrio entre oferta y demanda en tiempo real.

Si durante 2023 vimos despegar innovaciones como el vehicle-to-grid (V2G) o las comunidades energéticas, este año traerá nuevos avances en digitalización que completarán la adaptación de las infraestructuras. Hablamos del desarrollo de tecnologías de la mano del blockchain, la robótica, el internet de las cosas y la inteligencia artificial, para extraer el máximo valor de datos, activos y recursos distribuidos (optimización de rendimientos, agregación de la demanda, trazabilidad de consumos, etc.). No se trata, en cualquier caso, de una tendencia novedosa para nosotros: en Cuerva, llevamos ya años aplicando soluciones de digitalización, monitorización, control y automatización tanto en nuestra red como para diferentes distribuidores de energía eléctrica en todo el panorama nacional.

Y, lo que es más importante: estamos ante una auténtica revolución de las relaciones humanas respecto a la energía. Hablamos de usuarios que se convierten en prosumidores, comunidades energéticas que gestionan sus propias microrredes, mercados de intercambio de energía entre iguales, etc. Son respuestas colaborativas ante un sistema eléctrico que, hasta ahora, ha funcionado de arriba a abajo y en una única dirección.

Energías renovables emergentes y nuevas tecnologías
Más allá del crecimiento en la generación de energías renovables más conocidas, como la fotovoltaica y la eólica, otras tecnologías menos extendidas empezarán a abrirse camino durante 2024 para abastecer espacios que la electricidad por sí sola no cubre. Este será el caso del hidrógeno verde, un vector energético llamado a descarbonizar sectores tan difíciles de electrificar como el transporte pesado, la industria o ciertas ramas del sector químico.

“A lo largo de este año, se acelerará la investigación y el desarrollo del hidrógeno verde con el objetivo de superar los principales retos a los que se enfrenta: conseguir costes competitivos y obtener compromisos firmes de los compradores.”

Sobre las previsiones de producción de hidrógeno verde en el ámbito mundial, un informe conjunto de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés) y la Organización Mundial del Comercio (OMC) estima que el hidrógeno y sus derivados podrían cubrir el 14% del consumo mundial de energía final en 2050.

No obstante, también se utilizarán el resto de hidrógenos existentes y, en particular, el hidrógeno azul que, si bien es cierto que no llega a ser 100% sostenible, podría ser mayoritario en aquellos países con abundantes recursos de gas, como Australia, Canadá, Colombia o Sudáfrica, o en los que no cuentan con recursos renovables suficientes, como Japón o Corea del Sur.

También las energías marinas continuarán desarrollándose con el objetivo de aprovechar al máximo el oleaje, las mareas o las corrientes oceánicas mediante distintas tecnologías, como boyas o aerogeneradores sumergidos. Estas fuentes de energía ofrecen un enorme potencial aún por explotar que complementarán la generación eólica marina.

Merece una mención aparte el almacenamiento energético mediante baterías o centrales hidroeléctricas de bombeo. Su presencia crecerá para respaldar la generación variable y garantizar la seguridad de suministro en un sistema eléctrico cada vez más verde y distribuido.

Según el informe Energy Storage Systems Market Size 2022-2030, los sistemas de almacenamiento de energía pasarán de los 210.920 millones de dólares, el valor de 2021, a 435.320 millones de dólares en 2030. Al mismo tiempo, la tecnología dirigida para el almacenamiento de carbono seguirá creciendo y podría alcanzar una capacidad de almacenamiento de 420 millones de toneladas anuales en 2035.

Materias primas y cadenas de suministro
Uno de los desafíos a los que se enfrentará con más crudeza el sector energético durante 2024 será el acceso a determinadas materias primas críticas para la fabricación de tecnologías limpias. Con China liderando la producción mundial y controlando las materias primas, regiones como Europa están en una posición vulnerable.

Por ello, los países occidentales tratan de asegurarse el acceso a estas materias primas y empiezan a ubicar la producción de baterías en su territorio. Esto podría generar un incremento en el precio de materias primas y derivados, como las baterías de los coches, debido a que, en comparación con la manufactura asiática, los costes de fabricación en estos países son más elevados.

Ante esta coyuntura, para garantizar el acceso estable a unos recursos cada vez más determinantes, es probable que se impulse la cooperación internacional, basada en alianzas estratégicas y redes.

Legislación climática y fiscal
Además de los avances tecnológicos, 2024 vendrá marcado por una intensa agenda regulatoria dirigida a acelerar la descarbonización y, como se ha mencionado, a garantizar la seguridad de suministro de materias primas estratégicas.

A finales del pasado año, la Unión Europea (UE) aprobó una ambiciosa legislación para proteger el acceso a más de 30 materiales definidos como críticos. El objetivo de esta reglamentación es asegurar la viabilidad de la transición energética e incluye el abastecimiento de materiales como litio, tierras raras, grafito o distintos metales. En este sentido, ya en el mes de diciembre, el Consejo, el Parlamento y la Comisión europeos acordaron la reforma del mercado eléctrico de Europa con un triple propósito: estabilidad de precios, garantía de suministro y protección al consumidor.

Durante este año, también se aplicarán paquetes regulatorios y planes de incentivos fiscales en el resto del mundo para acelerar la transición energética. Iniciativas como “Fit for 55” o “REPowerEU” en la Unión Europea, la Ley de Reducción de Inflación en EE. UU ., los programas de Transformación Verde de Japón, el esquema de Incentivos Vinculados a la Producción en India o el Plan Quinquenal de China estarán, a priori, a pleno rendimiento.

Como vemos, la transición energética avanza también a golpe de regulación y de estímulos fiscales, unos cambios legales tan profundos e importantes como los tecnológicos para conseguir un planeta más sostenible y que aspira a ser neutro en carbono.

Mercados mayoristas y minoristas
En el contexto de integración que estamos viviendo, las energías renovables tendrán una mayor presencia tanto en los mercados mayoristas como minoristas. Además, gracias al desarrollo de nuevos mecanismos de flexibilidad, las fuentes de energía sostenible competirán en igualdad de condiciones con las más tradicionales.

Al mismo tiempo, asistiremos a una promoción más activa de los acuerdos de compraventa de energía (PPA) bilaterales a largo plazo entre productores y grandes consumidores, que serán decisivos ante la actual coyuntura de precios e incertidumbre.

En el ámbito minorista, los usuarios domésticos asumirán un papel más relevante gracias a la generalización de opciones tarifarias flexibles, a las herramientas de monitorización y a las plataformas para optimizar consumos energéticos. El tradicional modelo pasivo de demanda dará paso a consumidores con mayor información y capacidad de decisión sobre cuándo y cómo utilizar la electricidad, ya que tendrán acceso a aspectos como el precio en tiempo real. Se trata de un funcionamiento ya afianzado en sectores como la industria y que se extenderá ahora al cliente residencial.

Ciudades y eficiencia energética
Otro de los frentes clave en los que se librará la batalla por la sostenibilidad durante los próximos años será el de las ciudades, responsables de dos tercios del consumo mundial de energía y de más del 70‍% de las emisiones de gases de efecto invernadero. De ahí que 2024 traerá nuevos avances, sobre todo en los países desarrollados, en la configuración de entornos urbanos más eficientes y bajos en carbono.

Se centrará una buena parte de los esfuerzos en la construcción, responsable del 40% de las emisiones de CO2. Se apostará por la rehabilitación de edificios mediante medidas pasivas, la electrificación de usos térmicos y un aumento de la autogeneración energética. Estas acciones permitirán que las urbes europeas y norteamericanas den un paso más en una senda iniciada años atrás en busca de una mayor eficiencia energética.

En el ámbito de la edificación, destaca especialmente el reto de acelerar la sustitución de las tradicionales calderas por bombas de calor. Esta implementación, junto con la gestión integral de edificios a través de la inmótica y el almacenamiento con baterías (sobre todo en zonas con abundante producción solar), será crucial para avanzar hacia balances netos de consumo que se acerquen a cero, sin mermar el confort ni la calidad de vida.

Además del ahorro energético o la reducción de gases de efecto invernadero, esta apuesta por una rehabilitación sostenible y ciudades inteligentes, a la vez que limpias, se traducirá en oportunidades de nuevos empleos verdes. Por ejemplo, solo en España, si en 2050 se alcanza un parque inmobiliario descarbonizado, se podrían crear hasta 212.000 puestos de trabajo.

Colaboración y compromiso social
Más allá de las barreras tecnológicas o económicas, una de las claves para el éxito de la transición energética residirá en el compromiso social. Es necesario que la ciudadanía perciba que este cambio se lleva a cabo de forma justa y beneficiosa.

No obstante, esto solo será posible mediante fórmulas de gobernanza transparentes y participativas. De ahí la trascendencia de reforzar la cooperación público-privada para impulsar la inversión conjunta, pero también para diseñar políticas y crear soluciones que antepongan el interés común.

Con todo, los consumidores, cada vez mejor organizados en comunidades locales, tendrán más voz y voto en decisiones tan relevantes como el desarrollo de infraestructuras de transporte y distribución de electricidad o la implantación de renovables y tecnologías asociadas.

Solo así, involucrando a la sociedad civil de principio a fin, lograremos trasladar los beneficios de un nuevo modelo distribuido de generación y consumo. De esta manera, se vencerá cualquier resquicio de resistencia al cambio en aras de un horizonte común más sostenible.

Consideraciones finales
El año 2024 estará marcado por la continuación y consolidación de tendencias energéticas ya presentes , como la expansión de renovables, la eficiencia, la electrificación y la digitalización. Sin embargo, se acentuarán los grandes desafíos, como garantizar la seguridad de suministro y reforzar la resiliencia energética frente a un contexto cada vez más complejo y cambiante.

En ese propósito, la tecnología y la cooperación entre administraciones, empresas y ciudadanía son factores decisivos. Solo desde una acción conjunta y con la suma de esfuerzos e inversiones podrán desarrollarse las soluciones innovadoras capaces de cimentar un nuevo modelo energético 100% sostenible. Cerramos este viaje por las tendencias energéticas del 2024 con una certeza: el futuro se construye hoy, y en Cuerva estamos comprometidos a ser parte activa de esa transformación.

Fuente: Cueva Energía
¿Qué tendencias en el sector energético veremos este 2024?

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2024 y más allá: las tendencias que revolucionarán el sector energético. ¡No te las pierdas!

Hablar de tendencias siempre es complicado y atrevido. Sobre todo, en un sector como el energético donde la incertidumbre y la volatilidad parecen haberse instalado de forma permanente en los últimos años. Sin embargo, si echamos la vista atrás, pocos habrían vaticinado la velocidad a la que se están produciendo cambios trascendentales en un sector, y un planeta, que se encamina hacia una nueva era energética.

Tras siglos de dependencia absoluta de los combustibles fósiles, nos encontramos en un punto de inflexión donde las energías renovables lideran la transición hacia un modelo más sostenible y resiliente. Con sus luces y sus sombras, la última cumbre del clima celebrada en Dubai, la COP 28, acordó triplicar la producción de energías renovables y duplicar la eficiencia energética de aquí a 2030, destacando también por escrito la necesidad de “dejar atrás” los combustibles fósiles.

Los factores que están propiciando este cambio son claros: la urgencia de reducir las emisiones contaminantes para frenar el calentamiento global; el deseo de minimizar costes y asegurar la estabilidad de los precios energéticos, y los avances tecnológicos, que amplían la oferta energética renovable y la hacen también más asequible y accesible.

Nos encaminamos hacia un futuro más eficiente, asequible y respetuoso con el medioambiente. No obstante, también encaramos un futuro que nos retará y exigirá soluciones cada vez más inteligentes para hacer realidad en 2050 un porvenir con cero emisiones de carbono.

¿Quieres saber cuáles serán las claves de este 2024 en el sector energético? Acompáñanos a descubrir las tendencias que marcarán la hoja de ruta.

Aumenta la demanda y el consumo energéticos
Tras un periodo de ralentización del consumo global de energía, debido a la pandemia del coronavirus, a la guerra de Ucrania y a la desaceleración económica, en 2024, las previsiones apuntan a un repunte tanto de la demanda como del uso de combustibles. Si bien puede interpretarse, en clave positiva, como indicador de una recuperación económica, esta tendencia podría lastrar los esfuerzos por reducir emisiones contaminantes al implicar un uso más intensivo de fuentes fósiles, como el petróleo, el gas y el carbón.

e acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el carbón tocará techo este año. Y, además, la demanda de petróleo, que creció en 2,3 millones de barriles de petróleo al día (mb/d) en 2023 con respecto al año anterior, llegando a alcanzar los 101,7 millones diarios, volverá a subir este año hasta los 102,9 mb/d y superará los niveles anteriores a la pandemia. Por suerte, no todo son malas noticias. En paralelo a esta mayor actividad de combustibles fósiles, se espera que 2024 sea un año récord para las energías renovables, cuya capacidad instalada podría aumentar en más de un 20% y alcanzar los 550 GW de potencia renovable, si se acelera el desarrollo de fuentes limpias, como la solar y la eólica. Esta evolución forma parte de un camino que ya está trazado: el que nos lleva a un modelo energético basado en las 4D (descarbonizado, descentralizado, democratizado y digitalizado), que posibilitará un sistema más justo y sostenible gracias a una red eléctrica inteligente y digitalizada con, además, una mayor participación ciudadana.

Aceleración de energías renovables y electrificación
Esta creciente apuesta global por las energías renovables y la electrificación de usos, que, como el transporte, hasta hace poco ha dependido de los combustibles fósiles, será clave para contrarrestar el repunte en la demanda de petróleo y gas previsto a nivel mundial. Esto es especialmente crucial en países como China o India. Asimismo, la volatilidad de los precios, derivada de la inestabilidad geopolítica a raíz de las guerras de Ucrania y Rusia e Israel y Palestina, también se verá afectada de manera positiva por esta tendencia.

Buscando dar solución a estos problemas, durante 2024, la energía solar y eólica liderarán el avance en cuanto a capacidad instalada. Según la AIE, el potencial de fabricación de todos los componentes fotovoltaicos se duplicará con creces este año hasta alcanzar los 1.000 GW. El resto de tecnologías limpias, como la hidráulica, la geotérmica o las marinas, también crecerán, pero a un ritmo más contenido.

Se trata de un incremento en la oferta renovable que, a priori, también se verá favorecido por una reducción de los costes asociados a las tecnologías empleadas, sobre todo en la eólica marina y solar termoeléctrica. A pesar de esta rebaja de costes, la dependencia de países como China para acceder a ciertos minerales clave para la materialización de estas soluciones genera incertidumbre, lo que podría frenar el desarrollo deseado. Por ello, países como EE. UU. o los miembros de la UE plantean nuevas políticas de acceso a materias primas para garantizar el suministro de materiales indispensables, como el litio, germanio o el cobre.

Digitalización de las redes eléctricas
La creciente integración de las energías renovables está transformando el sistema eléctrico tal y como lo conocemos, ya que obliga a contar con redes eléctricas cada vez más digitalizadas y resistentes a situaciones volátiles. Además, esta integración impulsa un modelo cada vez más distribuido y variable, en el que es necesario apoyarse en redes mucho más flexibles y con una gestión inteligente para garantizar el equilibrio entre oferta y demanda en tiempo real.

Si durante 2023 vimos despegar innovaciones como el vehicle-to-grid (V2G) o las comunidades energéticas, este año traerá nuevos avances en digitalización que completarán la adaptación de las infraestructuras. Hablamos del desarrollo de tecnologías de la mano del blockchain, la robótica, el internet de las cosas y la inteligencia artificial, para extraer el máximo valor de datos, activos y recursos distribuidos (optimización de rendimientos, agregación de la demanda, trazabilidad de consumos, etc.). No se trata, en cualquier caso, de una tendencia novedosa para nosotros: en Cuerva, llevamos ya años aplicando soluciones de digitalización, monitorización, control y automatización tanto en nuestra red como para diferentes distribuidores de energía eléctrica en todo el panorama nacional.

Y, lo que es más importante: estamos ante una auténtica revolución de las relaciones humanas respecto a la energía. Hablamos de usuarios que se convierten en prosumidores, comunidades energéticas que gestionan sus propias microrredes, mercados de intercambio de energía entre iguales, etc. Son respuestas colaborativas ante un sistema eléctrico que, hasta ahora, ha funcionado de arriba a abajo y en una única dirección.

Energías renovables emergentes y nuevas tecnologías
Más allá del crecimiento en la generación de energías renovables más conocidas, como la fotovoltaica y la eólica, otras tecnologías menos extendidas empezarán a abrirse camino durante 2024 para abastecer espacios que la electricidad por sí sola no cubre. Este será el caso del hidrógeno verde, un vector energético llamado a descarbonizar sectores tan difíciles de electrificar como el transporte pesado, la industria o ciertas ramas del sector químico.

“A lo largo de este año, se acelerará la investigación y el desarrollo del hidrógeno verde con el objetivo de superar los principales retos a los que se enfrenta: conseguir costes competitivos y obtener compromisos firmes de los compradores.”

Sobre las previsiones de producción de hidrógeno verde en el ámbito mundial, un informe conjunto de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés) y la Organización Mundial del Comercio (OMC) estima que el hidrógeno y sus derivados podrían cubrir el 14% del consumo mundial de energía final en 2050.

No obstante, también se utilizarán el resto de hidrógenos existentes y, en particular, el hidrógeno azul que, si bien es cierto que no llega a ser 100% sostenible, podría ser mayoritario en aquellos países con abundantes recursos de gas, como Australia, Canadá, Colombia o Sudáfrica, o en los que no cuentan con recursos renovables suficientes, como Japón o Corea del Sur.

También las energías marinas continuarán desarrollándose con el objetivo de aprovechar al máximo el oleaje, las mareas o las corrientes oceánicas mediante distintas tecnologías, como boyas o aerogeneradores sumergidos. Estas fuentes de energía ofrecen un enorme potencial aún por explotar que complementarán la generación eólica marina.

Merece una mención aparte el almacenamiento energético mediante baterías o centrales hidroeléctricas de bombeo. Su presencia crecerá para respaldar la generación variable y garantizar la seguridad de suministro en un sistema eléctrico cada vez más verde y distribuido.

Según el informe Energy Storage Systems Market Size 2022-2030, los sistemas de almacenamiento de energía pasarán de los 210.920 millones de dólares, el valor de 2021, a 435.320 millones de dólares en 2030. Al mismo tiempo, la tecnología dirigida para el almacenamiento de carbono seguirá creciendo y podría alcanzar una capacidad de almacenamiento de 420 millones de toneladas anuales en 2035.

Materias primas y cadenas de suministro
Uno de los desafíos a los que se enfrentará con más crudeza el sector energético durante 2024 será el acceso a determinadas materias primas críticas para la fabricación de tecnologías limpias. Con China liderando la producción mundial y controlando las materias primas, regiones como Europa están en una posición vulnerable.

Por ello, los países occidentales tratan de asegurarse el acceso a estas materias primas y empiezan a ubicar la producción de baterías en su territorio. Esto podría generar un incremento en el precio de materias primas y derivados, como las baterías de los coches, debido a que, en comparación con la manufactura asiática, los costes de fabricación en estos países son más elevados.

Ante esta coyuntura, para garantizar el acceso estable a unos recursos cada vez más determinantes, es probable que se impulse la cooperación internacional, basada en alianzas estratégicas y redes.

Legislación climática y fiscal
Además de los avances tecnológicos, 2024 vendrá marcado por una intensa agenda regulatoria dirigida a acelerar la descarbonización y, como se ha mencionado, a garantizar la seguridad de suministro de materias primas estratégicas.

A finales del pasado año, la Unión Europea (UE) aprobó una ambiciosa legislación para proteger el acceso a más de 30 materiales definidos como críticos. El objetivo de esta reglamentación es asegurar la viabilidad de la transición energética e incluye el abastecimiento de materiales como litio, tierras raras, grafito o distintos metales. En este sentido, ya en el mes de diciembre, el Consejo, el Parlamento y la Comisión europeos acordaron la reforma del mercado eléctrico de Europa con un triple propósito: estabilidad de precios, garantía de suministro y protección al consumidor.

Durante este año, también se aplicarán paquetes regulatorios y planes de incentivos fiscales en el resto del mundo para acelerar la transición energética. Iniciativas como “Fit for 55” o “REPowerEU” en la Unión Europea, la Ley de Reducción de Inflación en EE. UU ., los programas de Transformación Verde de Japón, el esquema de Incentivos Vinculados a la Producción en India o el Plan Quinquenal de China estarán, a priori, a pleno rendimiento.

Como vemos, la transición energética avanza también a golpe de regulación y de estímulos fiscales, unos cambios legales tan profundos e importantes como los tecnológicos para conseguir un planeta más sostenible y que aspira a ser neutro en carbono.

Mercados mayoristas y minoristas
En el contexto de integración que estamos viviendo, las energías renovables tendrán una mayor presencia tanto en los mercados mayoristas como minoristas. Además, gracias al desarrollo de nuevos mecanismos de flexibilidad, las fuentes de energía sostenible competirán en igualdad de condiciones con las más tradicionales.

Al mismo tiempo, asistiremos a una promoción más activa de los acuerdos de compraventa de energía (PPA) bilaterales a largo plazo entre productores y grandes consumidores, que serán decisivos ante la actual coyuntura de precios e incertidumbre.

En el ámbito minorista, los usuarios domésticos asumirán un papel más relevante gracias a la generalización de opciones tarifarias flexibles, a las herramientas de monitorización y a las plataformas para optimizar consumos energéticos. El tradicional modelo pasivo de demanda dará paso a consumidores con mayor información y capacidad de decisión sobre cuándo y cómo utilizar la electricidad, ya que tendrán acceso a aspectos como el precio en tiempo real. Se trata de un funcionamiento ya afianzado en sectores como la industria y que se extenderá ahora al cliente residencial.

Ciudades y eficiencia energética
Otro de los frentes clave en los que se librará la batalla por la sostenibilidad durante los próximos años será el de las ciudades, responsables de dos tercios del consumo mundial de energía y de más del 70‍% de las emisiones de gases de efecto invernadero. De ahí que 2024 traerá nuevos avances, sobre todo en los países desarrollados, en la configuración de entornos urbanos más eficientes y bajos en carbono.

Se centrará una buena parte de los esfuerzos en la construcción, responsable del 40% de las emisiones de CO2. Se apostará por la rehabilitación de edificios mediante medidas pasivas, la electrificación de usos térmicos y un aumento de la autogeneración energética. Estas acciones permitirán que las urbes europeas y norteamericanas den un paso más en una senda iniciada años atrás en busca de una mayor eficiencia energética.

En el ámbito de la edificación, destaca especialmente el reto de acelerar la sustitución de las tradicionales calderas por bombas de calor. Esta implementación, junto con la gestión integral de edificios a través de la inmótica y el almacenamiento con baterías (sobre todo en zonas con abundante producción solar), será crucial para avanzar hacia balances netos de consumo que se acerquen a cero, sin mermar el confort ni la calidad de vida.

Además del ahorro energético o la reducción de gases de efecto invernadero, esta apuesta por una rehabilitación sostenible y ciudades inteligentes, a la vez que limpias, se traducirá en oportunidades de nuevos empleos verdes. Por ejemplo, solo en España, si en 2050 se alcanza un parque inmobiliario descarbonizado, se podrían crear hasta 212.000 puestos de trabajo.

Colaboración y compromiso social
Más allá de las barreras tecnológicas o económicas, una de las claves para el éxito de la transición energética residirá en el compromiso social. Es necesario que la ciudadanía perciba que este cambio se lleva a cabo de forma justa y beneficiosa.

No obstante, esto solo será posible mediante fórmulas de gobernanza transparentes y participativas. De ahí la trascendencia de reforzar la cooperación público-privada para impulsar la inversión conjunta, pero también para diseñar políticas y crear soluciones que antepongan el interés común.

Con todo, los consumidores, cada vez mejor organizados en comunidades locales, tendrán más voz y voto en decisiones tan relevantes como el desarrollo de infraestructuras de transporte y distribución de electricidad o la implantación de renovables y tecnologías asociadas.

Solo así, involucrando a la sociedad civil de principio a fin, lograremos trasladar los beneficios de un nuevo modelo distribuido de generación y consumo. De esta manera, se vencerá cualquier resquicio de resistencia al cambio en aras de un horizonte común más sostenible.

Consideraciones finales
El año 2024 estará marcado por la continuación y consolidación de tendencias energéticas ya presentes , como la expansión de renovables, la eficiencia, la electrificación y la digitalización. Sin embargo, se acentuarán los grandes desafíos, como garantizar la seguridad de suministro y reforzar la resiliencia energética frente a un contexto cada vez más complejo y cambiante.

En ese propósito, la tecnología y la cooperación entre administraciones, empresas y ciudadanía son factores decisivos. Solo desde una acción conjunta y con la suma de esfuerzos e inversiones podrán desarrollarse las soluciones innovadoras capaces de cimentar un nuevo modelo energético 100% sostenible. Cerramos este viaje por las tendencias energéticas del 2024 con una certeza: el futuro se construye hoy, y en Cuerva estamos comprometidos a ser parte activa de esa transformación.

Fuente: Cueva Energía